domingo, 23 de marzo de 2008

el recurso metáfórico en la lírica: Dulce María Loynaz


La metáfora en la lírica

La metáfora es un término que, a lo largo de la tradición se ha asociado, inherentemente, con el concepto de lírica. Por eso, cuando recurrimos a los estudios de los tropos es difícil desprendernos de la lírica en su plena expresión. Después de estudiar, de manera superficial, el complicado y profundo mar de la metáfora caemos en cuenta de que ésta, como recurso lingüístico, es más que estética; la metáfora representa todo un engranaje que además de brindar ornato genera un ámbito de orden epistemológico que debe ser accedido con conciencia y cuidado, ya que, con esa arma, el lenguaje no sólo adquiere una belleza particular sino que, dice lo indecible, y más pretencioso aún, intenta aprehender lo inasible.

Asumimos además, que este recurso, originado en el área de la retórica, es parte también, del discurso literario, por supuesto; del filosófico, pero más importante: del quehacer cotidiano. La metáfora es y está en todo nuestro mundo. Al igual que Dios, según la tradición judeo-cristiana, quien creó el mundo a partir del verbo, la palabra, la metáfora; el ser humano crea su mundo, de por sí ya literario, por medio de la metáfora. La creación, entonces de una poética es, prácticamente una nueva forma de ver el mundo existente, es una nueva forma de escritura o más bien dicho, de reescritura de nuestro contexto.

Así, por ejemplo Octavio Paz plantea de manera innovadora y seductora una perspectiva sobre la literatura y su relación con el mundo: una poética corporal que es equivalente a una erótica verbal, donde: el lenguaje y la sexualidad son resultados de un “mismo” proceso que puede tomar vías distintas: el lenguaje tiene un fin: la comunicación; esta comunicación sufre una planificada y necesaria postergación: la poesía; esta postergación se vale de una objeto, “materialización”: el poema; este objeto va a dar a luz a un nuevo ente sincrético y pleno: la erótica verbal. La sexualidad, por otra parte, como elemento vital posee un fin: la perpetuación de la especie; esta perpetuación sufre una planificada y necesaria postergación: el erotismo; esta postergación se vale de una objeto: el amor; este objeto va a dar a luz a un nuevo ente sincrético y pleno: la poética corporal.Vemos, como Paz, ve en el elemento erótico no sólo un tema-inspiración sino toda una forma de reescribir y por supuesto, releer la realidad de ser humano. Es para Octavio Paz, lo erótico, una coordenada que atraviesa el sujeto cultural.

La metáfora en la lírica de Dulce María Loynaz

En el presente informe, se intentará, mediante algunos ejemplos, dilucidar cuáles son las coordenadas que atraviesan, como constantes, la lírica de la poeta cubana Dulce María Loynaz. Para eso, partimos de dos premisas: la poesía es una forma de hacer teoría sublimada o bien, una forma de hacer teoría práctica. Es decir, la poesía, es un replanteamiento de la realidad, y en el marco de la metáfora, como epistemología será el planteamiento de una poética sin necesidad de plantearlo como tal: una teoría sublimada cuya riqueza está en lo que Jacques Derrida planteará como un Polifilo: el carácter polisémico de la palabra.

Es aquí, donde la metáfora toma una inequívoca trascendencia, restarle carga semántica al carácter arbitrario del lenguaje y brindarle en peso semántico infinito de todas las posibles direcciones que puede adquirir un lexema, en el marco de la poética en que se inscribe: la poesía.En el caso específico de Loynaz se van a establecer en el presente informe, dos elementos que marcaran la lectura sus poemas: la temporalidad y el silencio, como muestra del quehacer literario de esta poeta.

1. El silencio:

El elemento eje, en un plano muy subjetivo, es el silencio porque es en este elemento donde la poesía de Loynaz adquiere mayor aproximación al campo epistemológico: es la metáfora, como el silencio, un recurso del lenguaje que nos aproxima a lo que no se dice, a lo que no se debe decir, a lo indecible. Para Loynaz como para Paz, los silencios representan todo un engranaje de posibilidades y cuyo peso semántico puede ser resemantizado en muchas posibles direcciones.

En el poema Los puentes vemos desde el título una interesante metáfora con respecto a las palabras: para Paz las palabras (metáforas) son puentes que crean nexos entre mundos diversos… uno de ellos podría ser el del significado y el significante. En el poema de Loynaz, en particular, hay un planteamiento metafórico del silencio:

Yo vi un puente cordial tenderse generoso
de una roca erizada a otra erizada roca,
sobre un abismo negro, profundo y misterioso
que se abría en la tierra como una inmensa boca"si el hueco entre las rocas erizadas se asemeja a una boca, se sugiere la enunciación por medio de esta, sin embargo, lo que se percibe desde ella es “un abismo negro, profundo, misterioso” forma original de representar el silencio: amplio, peligroso, aterrador, que envuelve en sí un mar de posibilidades inexpresables y más importante aún, inexpresadas.

En el poema Mi tristeza es suave la voz lírica dirá:

“(Mi tristeza es tan suave
que casi se parece a una sonrisa…” en este verso la sonrisa es, al igual que el silencio la carencia de palabra, es un equivalente de lo no dicho y, lo más importante, de lo sugerido a través de la totalidad del poema: complacencia, valentía, movimiento sutil, casi aprobación, características interesantes cuando recordamos que son aludidas a la tristeza femenina: suave, como el mismo nombre lo indica. No podemos en esta alusión a “La sonrisa” evitar recordar a Paz en su texto “La metáfora: sus términos” donde la carcajada representaba a la metáfora en ese intento de darle al hombre de nuevo su carácter primordial y… qué es la carcajada sino una sonrisa exagerada… una metáfora que nos hace pensar en el hombre sin lenguaje.

Esta referencia a la sonrisa como sustituta del silencio se repite en el poema La oración del alba cuando el yo lírico dice:

el desaliento me domina,
nadie vea mi desaliento
y todos vean mi sonrisa.
Y mi sonrisa sea fuerte,(…)” es, en este caso, la sonrisa la sustitución de la palabra: no hay enunciación pero hay sonrisa y ésta está en facultad de expresar, de comunicar como las palabras.

Por otra parte en Últimos días de una casa la alusión al silencio es obvia:

No sé por qué se ha hecho desde hace tantos días
este extraño silencio
silencio sin perfiles, sin aristas
que me penetra como un agua sorda.
Como marea en vilo por la luna,
el silencio me cubre lentamente.”

La casa, voz lírica, expresa, en la palabra silencio, no sólo la soledad, el vacío, sino la falta de comunicación que los inquilinos tuvieron para con ella durante, incluso, sus “años mozos”. El silencio, en este caso, no sólo se representa en la no enunciación sino además en la incapacidad para escuchar: “agua sorda”, esta agua sorda inunda, penetra… perpetra, como una criminal… que le resta facultades a la voz lírica:

Nadie puede decir
que he sido yo una casa silenciosa” está, entonces el silencio, en este poema, representado como una carencia, carencia física: la presencia de los inquilinos y carencia afectiva de los mismos. Esta carencia se traduce como muerte representada en la muerte de la niña: Ana María, indicio de la muerte de la casa, el silencio total.

2. La temporalidad:

Después de ver algunos ejemplos del silencio en la poesía de Dulce María Loynaz se mostrará, panorámicamente, el aspecto de la temporalidad.

En el poema Señor que lo quisiste la temporalidad se evidencia en la utilización de los tiempos verbales:

Señor que lo quisiste: ¿Para que habré nacido?
Quién me necesitaba, quién me había pedido?"

Vemos como el recorrido de pretérito indefinido – futuro perfecto – pretérito imperfecto – pretérito pluscuamperfecto logra crear un desequilibrio en materia de la temporalidad. Este desequilibrio, reflejo de la frustración, es además, eco de falta de arraigo; es una tendencia a no establecer anclas temporales.Esta idea se refuerza en los versos de mismo poema que dictan:

Y al fin, cuando me vaya fría, pálida, inerte...
¿Qué dejaré a la vida? ¿Qué llevaré a la muerte?...
.................................................................................
..................................................................................”

La utilización del futuro simple entre signos de interrogación generan un peso semántico sumamente existencial, de incertidumbre que reforzado con los puntos suspensivos (uso recurrente en la lírica de Loynaz) extendidos notoriamente le dan además un matiz nihilista.

Esta crisis sobre el futuro se evidencia además en el poema El amor indeciso

“Y no sabe morir no vivir: y no sabe
que el mañana es tan sólo el hoy muerto... El cadáver
futuro de ese hoy claro, de esta hora cierta...”

La resistencia de ese amor sólo puede generar incertidumbre y se plantea claramente que es el presente el que genera posibilidades, el futuro no es una opción, no es tiempo válido.

Se desprende aquí una perspectiva de la temporalidad interesante porque, se vislumbre en la poca validez del tiempo futuro, el tiempo futuro muerto, que en un desplazamiento doble de sentido se podría valorar como la no presencia del tiempo, en la atemporalidad.

Esta idea está, soslayadamente, presente en el poema Certeza:

Más pequeñito y más lento;
gastándose por un cause
que no concluye ni empieza.”

En la frase subrayada alude a la preeminencia del mundo, sin principio, ni fin, como cuando, en el mismo poema, alude a los hombre diciendo:

vendrán hombres, hombres nuevos,
hombres viejos
hombre siempre”


Esta preeminencia se relacionada con el concepto de la atemporalidad como eternidad; claramente expuesta en el poema homónimo. Esta idea se encuentra reforzada, una vez más, con el uso de los puntos suspensivos que le dan, de manera pleonástica, un tono y un matiz gráfico eterno al concepto:

La tristeza sin nombre
de no tener que dar
a quien lleva a en la frente
algo de eternidad...”



Vemos como, de manera generalísima, es posible establecer metáforas como huellas discursivas que nos permitan, no sólo “maquillar” el discurso sino enunciar más de lo que se dice de manera explícita.


Dulce María Loynaz es, en este caso, un claro ejemplo de la importancia de metáfora en las dos vertientes que nos interesan en este informe: la concepción epistemológica y el resultado estético. Para ello, un ejemplo más sólo para el disfrute: que nos interesan en este informe: la concepción epistemológica y el resultado estético. Para ello, un ejemplo más sólo para el disfrute:

Divagación
Si yo no hubiera sido..., ¿qué sería
en mi lugar? ¿Más lirios o más rosas?
O chorros de agua o gris de serranía
o pedazos de niebla o mudas rocas.
De alguna de esas cosas-la más fría...
me viene el corazón que las añora.
Si yo no hubiera sido, el alma mía
repartida pondría en cada cosa
una chispa de amor...

Nubes habría
-las que por mí estuvieran-más que otras
nubes, lentas... (¡La nube que podría
haber sido!...)

¿En el sitio, en la hora
de que árbol estoy, de qué armonía
más asequible y útil? Esta sombra
tan lejana parece que no es mía...
Me siento extraña en mi ropaje; y rota
en las aguas, en la monotonía
del viento sobre el mar, en la paz honda
del campo, en el sopor del mediodía!...

¡Quién me volviera a la raíz remotasin luz, sin fin, sin termino y sin vía!...

Tomado de : http://isla_negra.zoomblog.com/archivo/2006/03/17/dulce-maria-loynas-cuba.html

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